Un enfoque diferente de lo que puedes hacer para sacar adelante esos partidos en los que te desestabilizas y tomar las riendas de tus emociones.
Es un partido cualquiera y hasta ese momento todo está bajo control. Y esta sensación de control no está relacionada con que vayas ganando, sino con que tu desempeño está resultando dentro de los rangos que tenías previsto.
Pero, de repente, un fallo tuyo cambia completamente la percepción de lo que estás viviendo.
Es en ese momento cuando tus emociones cambian, ya no sientes libertad para jugar y empiezas a juzgar cada decisión que tomas severamente.
¿Qué pasó? ¿Cómo has pasado de ir medianamente satisfecho con lo que estás haciendo a creer que todo lo que haces es imperdonable?
Ese error capaz de desequilibrar la balanza de tus emociones no es un error más. Es una pelota que has clasificado erróneamente como fácil.
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Entendiendo por pelota fácil a una pelota que cualquier jugador debe pegar bien y ganar.
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Es esa pelota que te abre la posibilidad de terminar el punto con un tiro ganador. Es más que una pelota, es la posibilidad de demostrar, sobre todo a los otros, que eres capaz.
Esta simple apreciación que haces de una pelota desencadena un embudo de emociones debilitantes, de pensamientos que no hacen más que recordarte y castigarte por el error cometido hasta perder la objetividad de lo que vives.
Es como si te hubieras puesto unas gafas que tiñen de negro todo lo que percibes. Y aunque haces lo posible por jugar mejor nada parece dar los resultados que esperas.
Y con cada error que cometes aumentan tus castigos internos en forma de pensamientos hasta llegar a perder la confianza en ti. Y otra vez la misma pregunta ¿Qué pasó?
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Yo diría, que detrás de esa pelota fácil que te auto exiges ganar hay demasiada presión.
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Hay una obligación de hacerlo bien. No cabe otra respuesta aceptable.
Es como invalidar todas las posibles respuestas y solo dejar una.
Que, en este caso, la que dejamos como válida es un golpe ganador, a ser posible espectacular.
Este objetivo que nos proponemos en ese momento (donde solo un golpe es aceptable) no es realista y sobre todo es limitante.
Y no es limitante por el juego del otro jugador, sino que es limitante porque yo mismo lo estoy decidiendo así. Esto es demasiada ventaja que le estoy dando a mi rival, ¿no te parece?
Llegados a este punto, hemos visto que todo empieza cuando catalogo a la pelota como fácil y selecciono una única respuesta como válida.
Pero la cosa no termina aquí, porque además de auto limitar mis posibilidades de acción, no concibo la posibilidad de fallar.
Intolerancia al error, ¿Te resulta conocido esto?
Es muy común que jugadores de tenis presenten esta característica. Y muchos de ellos se definen como PERFECCIONISTAS.
De alguna manera se aprendió, en experiencias pasadas, que había que hacerlo perfecto, sin equivocarse y a ser posible al primer intento.
Esto por un lado centra toda la atención de la persona en lo que quiere hacer bien. Y por supuesto que les ayuda a obtener mejores resultados.
Pero también, les carga con una exigencia desmedida con respecto al resultado. La exigencia de hacer el golpe ganador.
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¿Cómo podemos utilizar de manera productiva a este perfeccionismo que llevamos dentro?
Para empezar, podríamos verlo como una moneda con dos caras. Una de ellas es exigente y no atiende a excusas.
Quiere TODO BIEN Y AHORA. Es crítico, severo, busca satisfacer expectativas altas sin tener en cuenta la situación que se vive.
Dirige toda la atención a las equivocaciones. Cuando la situación no es como quiere se dedica a castigarte, humillarte.
Mientras que la otra, busca sacar lo mejor de este momento. Lo mejor no es lo perfecto. Busca dar lo mejor que puede en este momento.
El enfoque sería este: Quizás se podría hacer mejor las cosas…pero yo puedo esto ahora.
Esta cara es más honesta con lo que realmente tienes y puedes.
Es capaz de entender y de dar tiempo para conseguir los objetivos.
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Valora el progreso más que la perfección.
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Quizás pienses que esta segunda cara es relajada y que si te
posicionas desde ahí no conseguirás avanzar.
Pero lo cierto es que, esta cara también quiere mejorar, pero desde una perspectiva más realista con el momento que vive.
Y desde ese posicionamiento bañado de realidad estás en condiciones de proveerte de energía y motivación, que es lo opuesto a lo que conseguirías desde la exigencia ciega.
Ahora que tienes más claro lo que sucede en estos partidos donde las emociones barren con todo después de un fallo, estás en condiciones de comenzar a cambiar este patrón.
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Y como siempre todo cambio empieza con una decisión:
¿En qué cara del perfeccionismo quieres estar?
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Lo que sigue a la decisión es actuar acorde a lo que decidiste.
Para ello, necesitas estar atento a tus pensamientos. ¿Cómo juzgas cada cosa que haces?
Si te cuesta mucho trabajo identificar lo que piensas, comienza por detectar cómo te sientes.
Lo más probable es que cada vez que te sientas mal contigo mismo, estés juzgando tu manera de proceder, de no haber sido capaz de hacerlo perfecto.
Pero recuerda que buscas hacer lo mejor de ese momento, no el ideal de perfección.
Aceptación y paciencia para esta transformación.
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¿Te has sentido identificad@ y necesitas ayuda para convertir este perfeccionismo paralizante en uno productivo?
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